Thursday, September 1, 2011

LA CRISIS DEL SISTEMA POLITICO MEXICANO Y LA TRANSCISION DEMOCRATICA (1968-2000

El sistema político mexicano (SPM) se podría entender como el conjunto articulado de las prácticas y relaciones de poder efectivamente vigentes en una sociedad. Es el ámbito práctico de un gobierno, pues la parte formal estaría compuesta por las leyes y normas. Lo deseable es que tal sistema debería tender a un orden político resultante de la interrelación de sus elementos (actores e instituciones). Esto se logró, de alguna medida, desde 1929 hasta 1988 cuando el modelo político ya no dio más de sí, quedó agotado y se mantenía con base en reglas autoritarias. Antes de la alternancia presidencial el SPM tenía como núcleo central el binomio Presidente de la República-Partido del Gobierno, y de ahí emanaba la fuente de poder a partir de la cual se alimentaba todo el mecanismo socio-político. La burocracia, los niveles de gobierno (Federal, Estatal y municipal), los Poderes de la Unión (Legislativo y Judicial), los partidos políticos, las organizaciones sociales y corporativizadas, los medios de información y el mismo Ejército estaban a expensas del núcleo de poder. La forma gráfica que adoptaba era un símil con un sistema solar. Hoy las cosas son distintas, el anterior esquema está roto y aún no hemos organizado otro nuevo y diferente, las relaciones sociales y políticas entre los niveles de gobierno y la sociedad operan a partir de un híbrido de viejas y nuevas reglas. Por ello es que observamos hechos novedosos, espectaculares, contradictorios, desordenados, como si se tratara de un navío al que le han cortado las amarras y aún no encuentra la brújula y el plan de ruta para buscar el puerto de la consolidación democrática. Lo retante es que ya no podemos anclar el pasado, el viejo esquema difícilmente podría ser reconstruido, la sociedad no permitiría la regresión. Antecedentes del Sistema Político Mexicano El sistema que nace en 1929, es resultado de la lucha armada que culmina en 1917. Los caudillos Venustiano Carranza, Alvaro Obregón y Plutarco Elías Calles son quienes ganan la Revolución y no así los representantes de los sectores más pobres, Francisco Villa y Emiliano Zapata. De todos ellos destacó Plutarco Elías Calles, quien impuso una especie de Maximato, al extender su poder más allá de su gobierno. Pero fue él quien acordó el fin de la etapa de los caudillos y el principio de la época de las instituciones, su logro principal: la transmisión pacífica e institucional del poder. El instrumento fue la conformación del Partido Nacional Revolucionario (PNR), una constelación de fuerzas regionales y partidos de carácter disímbolo que se aglutinan en torno al “partido del gobierno” (cooperativistas, agraristas, socialistas, regionalistas, militaristas, profesionistas, gremialistas, obreristas). El PNR nace con los objetivos de: establecer la democracia, mejorar el ambiente social y la reconstrucción nacional. La consolidación del Sistema Político Mexicano El presidente Lázaro Cárdenas del Río se afianza en el poder golpeando a Plutarco Elías Calles, quien en 1936 tuvo que comparecer ante las autoridades acusado de acopio de armas, ante lo cual abandonó el país, por la fuerza, para un exilio físico y político que habría de durar casi un decenio. Antes de que el callismo pudiera reaccionar, el Maximato había tocado a su fin. Al mismo tiempo destruyeron su principal base de apoyo, la maquinaria política de Garrido Canabal y sus ‘camisas rojas’ en Tabasco. En 1938 el PNR se transforma en Partido de la Revolución Mexicana (PRM), con una base formada por los sectores obrero, campesino, popular y militar. La diarquía Presidente/jefe máximo, fue sustituida por la de Presidente/Partido. “A partir de 1940, los elementos centrales del sistema político se definieron con mayor nitidez y en muchos casos se ampliaron pero muy pocos cambiaron. El centro aglutinador siguió siendo la Presidencia de la República, cuyas facultades constitucionales y metaconstitucionales no se vieron obstaculizadas ni limitadas por los otros poderes federales con las que se supone comparte el poder, ni tampoco por el surgimiento de centros informales de poder. El Congreso, el poder judicial, el gabinete, los gobernadores de los estados, el ejército, el partido oficial, las principales organizaciones de masas, el sector paraestatal e incluso las organizaciones y los grupos económicos privados, reconocieron y hasta apoyaron el papel de la Presidencia y el presidente como instancia última e inapelable en la formulación de iniciativas políticas y resolución de los conflictos de intereses en la cada vez más compleja sociedad mexicana”. 1 Como conclusión en 1946 deparece el cuarto sector del PRM, los militares, y de paso este se transforma en Partido Revolucionario Institucional (PRI). Una parte consubstancial a la institucionalización del poder de los hombres que triunfaron con la Revolución fue la estabilidad y el crecimiento económico. Con dos fases o ritmos que, Héctor Aguilar Camín y Lorenzo Meyer, identifican como el “milagro mexicano” que va de 1940 a 1968 y observa un crecimiento económico de 6% sostenido en promedio; y el momento que va de 1968 a 1984, que describe el agotamiento de una estrategia económica, identificada con la crisis. El “desarrollo estabilizador” que tuvo su florecimiento hasta 1973, mantuvo como características la sustitución de importaciones, barreras proteccionistas y fuerte inversión en irrigación, ferrocarriles y energía. La salida planteada, después, no tuvo éxito y se cayó en el populismo económico. Conflictos sucesorios y oposición al Sistema El agotamiento del sistema político se explica, también, por los enfrentamientos internos de la clase política gobernante, expresados de manera palpable en la coyuntura de la sucesión presidencial y por el mismo crecimiento e implantación territorial de las fuerzas de oposición. 1939–1940. La revolución cardenista viró a la derecha en la persona de Manuel Avila Camacho (1940–1946). Sin embargo la sucesión no fue tersa, pues el general Juan Andrew Almazán se fue por la libre y buscó vencer al candidato cardenista. 1945–1946. A la candidatura de Miguel Alemán Valdéz (1946–1952) se opuso la de Ezequiel Padilla, operando la llamada ‘oposición desde adentro’. En 1952 la candidatura de Adolfo Ruiz Cortines (1952–1958) encontró la oposición del general Miguel Henríquez Guzmán. 1970. Con el movimiento previo del conflicto estudiantil de 1968, se interpreta que Luis Echeverría Álvarez (1970–1976) no fue ajeno y uso el conflicto como una forma de posicionarse y presionar a favor de su candidatura, originalmente el no era el favorito de Gustavo Díaz Ordáz. 1976.Las pugnas sucesorias se expresan en los apoyos de la “familia revolucionaria” hacia Mario Moya Palencia, y sin embargo Luis Echeverría, apoyado por Fidel Velázquez Sánchez, se decide por José López Portillo (1976–1982). Además hay una devaluación del peso. Durante el gobierno de José López Portillo el Sistema adopta una medida liberalizadora, la reforma electoral de 1977. Tal reforma permitió la legalización del Partido Comunista Mexicano (PCM), el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) y el Partido Demócrata Mexicano (PDM). La flamante Ley de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales (LOPPE) permitió la creación de los distritos uninominales (300) y plurinominales (100). 1982.La clase política se enfrenta cuando los políticos tradicionales apoyan a Pedro Ojeda Paullada y Javier García Paniagüa, mientras que José López Portillo “destapa” a Miguel de la Madrid Hurtado (1982–1988). En lo económico 1982 expresa otra crisis, ahora se maneja como la causa principal la caída internacional de los precios del petróleo y entre las supuestas soluciones se nacionaliza la Banca. Es en 1982 cuando diversos sectores empresariales del país se movilizan a partir de la nacionalización de banca. En particular las reuniones denominadas “México en la Libertad”, cuyos objetivos eran oponerse a tal nacionalización e incidir en la opinión pública. Este bloque al que podemos denominar como los empresarios críticos (en donde participaron sobre todo pequeños y medianos empresarios) mantuvieron posturas de rechazo al modelo estatista y de economía mixta, pero también hacia el autoritarismo político; la tendencia empresarial de oposición que estuvo muy activa en los años 70 se reactivó y adquirió un nuevo perfil, el de abrirse hacia el entorno de las empresas. Desde entonces, un sector del empresariado entendió que la transición politica estaba en puerta y que era necesario actuar a su favor desde su realidad institucional. Pero también, que para hacer posible la modernización económica y política era necesario relacionarse o vertebrarse con organismos cívicos y sociales; de alguna manera, como ha ocurrido en otras transiciones a nivel internacional, algunos sectores empresariales tuvieron que actuar como organos socio-políticos de sustitución. Es decir, tuvieron que asumir funciones que los partidos de oposición o movimientos sociales no realizaban en favor de ciertas demandas sociales. Sin embargo, la acción circunscrita a las instituciones empresariales tenía sus límites, en particular la acción político-partidista, y fue cuando varios empresarios decidieron postularse a cargos de representación pública; situación emblemática en el caso de Manuel J. Clouthier. Estableciendo la diferencia entre “lo político” (en sentido amplio, propio de la sociedad organizada) y “la política” (en sentido partidista). En lo que toca al espacio electoral el PAN se fortaleció como opción política, logrando el 17.5% de la votación presidencial. Durante el gobierno de Miguel de la Madrid se fue dejando el control de la economía en manos de Carlos Salinas de Gortari y de su equipo, a tal grado que, a mediados del sexenio, tomaban prácticamente todas las decisiones en ese rubro. Por eso era previsible que De la Madrid se inclinaría por CSG (1988–1994) para colocarlo como el sucesor. Esa fue la causa de la confrontación entre salinistas y los “duros” del sistema, según la “ley del péndulo” le tocaba el turno a la vieja guardia y en cambio los tecnócratas querían mantenerse en el poder. En 1987 la crisis cobra forma con la caída de la Bolsa de Valores. Con MMH la inflación alcanzó, en 1987, el 159%. Las pugnas en la clase política llegan al punto de la escisión, con la salida del PRI de un importante núcleo identificado con el cardenismo y el nacionalismo revolucionario. Entre las figuras representativas estaban Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez, que primero formaron la Corriente Crítica y luego el Frente Democrático Nacional. Etapa contemporánea El grupo de Carlos Salinas de Gortari (CSG) se preparón con antelación para tomar el poder, inició su despegue al formar la Asociación Política y Profesión Revolucionaria (1971), donde estaban José Francisco Ruiz Massieu, Emilio Lozoya, Manuel Camacho, Hugo Andrés Araujo, Raúl Salinas y René Villarreal. Su padrino fue Mario Moya Palencia. Al trabajar con Miguel de la Madrid Hurtado (MMH), CSG conoció a Pedro Aspe y a la vez tenía parentesco con Leopoldo Solís Manjarrez (subdirector del Banco de México), quien fue jefe de Ernesto Zedillo. Además, una parte de sus aliados ingresaron como profesores al Colegio de México, tal fue el caso de Manuel Camacho, Luis Donaldo Colosio, Otto Granados, Jaime Serra Puche y Guillermo Ortiz quien conoció en Stanford a José María Córdoba Montoya, éste último fue invitado al Colmex por Francisco Gil Díaz. En las elecciones presidenciales de 1988, como nunca antes, la oposición se manifestó electoralmente y la ciudadanía encontró en Cuauhtémoc Cárdenas y Manuel J.Clouthier opciones reales para terminar con el ciclo de dominación priista. El candidato triunfador apenas logra superar el 50% de la votación presidencial. Carlos Salinas de Gortari, cuestionado en su legitimidad presidencial, llega con la oferta de un Acuerdo Nacional para la Ampliación de la Vida Democrática, sin embargo su estrategia modernizadora le da prioridad a la reforma económica sobre la reforma política. En 1989 nace el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (COFIPE), nuevo intento liberalizador. La reforma política salinista es limitada, pero tiene que aceptar triunfos panistas a nivel municipal, federal, en las gubernaturas de Baja California y Chihuahua, y el interinato de Guanajuato. La reforma salinista quedó incompleta, aunque supuestamente la reforma económica preparaba el terreno para una futura democratización, así lo dejaba ver la conformación y renovación de los principales mandos políticos en el PRI, las gubernaturas y el grupo de presidenciables. No obstante, llegamos a 1994 con la agudización de los enfrentamientos al interior de la clase política: el levantamiento armado en Chiapas, y los asesinatos de Luis Donaldo Colosio y José Francisco Ruiz Massieu son los indicadores visibles de que el régimen y el sistema ideado en 1929 ya no eran funcionales. El gobierno responde con nuevas reformas, se aprueba la inclusión de consejeros ciudadanos en el Consejo General del IFE, se acepta un debate televisivo entre los candidatos a la Presidencia de la República y se admite la participación de observadores electorales, entre otras novedades. Ante la amenaza de un triunfo opositor, se interpreta que la clase política realiza una “tregüa”, misma que posibilita el triunfo del PRI, que logra una mayoría relativa, pero no recupera su hegemonía política. Después de las elecciones la crisis económica, en diciembre de 1994, confirma el ciclo recurrente de fin de sexenio; cada seis años las contradicciones han venido estallando, pero cada vez con más fuerza. Al finalizar el sexenio salinista parecía que el ciclo del Sistema Político Mexicano había terminado, estabamos como en 1929. Ante la crisis de 1994, Ernesto Zedillo no dudó en culpar a su antecesor, a tal grado que Carlos Salinas abandonó el país mientras su hermano fue encarcelado como autor intelectual del asesinato de José Francisco Ruiz Massieu. Las tensiones al interior del grupo gobernante no cesaron de manifestarse a lo largo del sexenio y, en consecuencia, el priísmo perdió cohesión, eficacia y legitimidad. Un indicador de estas tensiones es el hecho de que el gabinete presidencial experimentó más de medio centenar de cambios a lo largo del sexenio. En estas condiciones, el PAN derrotó al partido oficial en Jalisco, Guanajuato, Nuevo León, Aguascalientes y Baja California; mientras que el PRD y sus aliados triunfaron en Zacatecas, Tlaxcala y Baja California, al tiempo que una coalición PAN-PRD obtuvo la victoria en Nayarit, Chiapas y Guerrero. Cuando ocurrieron las elecciones federales de mediados del sexenio -junio de 1997-, una opinión pública cada vez más alejada del gobierno que se vio cobijada por la independencia del Instituto Federal Electoral (IFE) dio el control de la Cámara de Diputados a la oposición. Efectivamente, el PRI apenas logró 38% de los votos, en tanto que los dos grandes partidos de oposición -el PAN y el PRD- obtuvieron resultados muy similares: cerca de 27% de los escaños. Por primera vez desde el siglo XIX, el Poder Legislativo estaba en manos de la oposición. Sin embargo -y a pesar de los brutales cambios al interior del gobierno- lo ocurrido únicamente era el prólogo de algo más importante: el enfrentamiento electoral en condiciones de equidad que ocurriría el 2 de julio del año 2000, fecha en la cual terminaría el viejo sistema de partido dominante. ________________________________________

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